¿Tendrán los humanos las mismas necesidades?
Si partiéramos del concepto básico de necesidad, enfocándonos específicamente en lo fundamental y completamente esencial para sobrevivir, en definitiva, los seres humanos tenemos las mismas necesidades, claro, existen algunas excepciones a nivel cultural y social, en las que seguramente se remplazaría la camiseta y el pantalón por la hoja de parra, pero no es el caso al que busco referirme en este artículo. La idea, está en la confusión que existe cuando por los gustos, preferencias o estilos de vida, las personas se crean psicológicamente “necesidades” y confunden este concepto con el de deseo.
No está mal desear un bien material ni un servicio, es gratificante trabajar duro para comprar un carro nuevo y pagar las vacaciones soñadas ¿si se puede, por qué no hacerlo? El problema recae en dejarse enceguecer por el dinero, el poder adquisitivo o como mejor se conoce ahora, la capacidad de endeudamiento, lo cual, puede llevarle no solo a descuidar sus finanzas personales, sino también a dejar de invertir en cosas verdaderamente importantes, como es la educación, la salud, la pensión, la vivienda propia, entre otras. No permita que en el peor, pero muy probable de los escenarios, los excesos materiales lo conduzcan a sobrepasar la barrera que hay entre el consumismo y el despilfarro.
He conocido algunos casos en los que padres de familia prefieren darles a sus hijos dinero, regalos costosos, comodidades en el hogar, en lugar de invertir en una educación de calidad, llámese primaria, secundaria o superior; también profesionales exitosos que podrían asegurar un techo propio, pero prefieren vivir en arriendo y gastar su dinero en cosas innecesarias, ¿Por qué escatimar en aquello que le brindará estabilidad real a sus hijos, a la familia o a usted mismo? El dinero y el trabajo se terminan, un día se tienen y puede que al siguiente no. En cuanto a los padres y a los detalles con los hijos, bien decía el reconocido exfutbolista brasileño Pelé, arrepentido por el daño que le había hecho a su hijo al darle tantos gustos materiales: “A los hijos hay que educarlos con un poco de hambre y un poco de frío”.
Con el tiempo, las cosas materiales se dañan, unas más rápido que otras y cada vez todo es más desechable, de esta forma, nos encontramos con quienes prefieren cambiar cada seis meses su teléfono móvil por el que esté de moda, en lugar de ahorrarse la plática y conservar por más tiempo su equipo, el cual seguramente continúa en buen estado. Personalmente prefiero invertir en formación, pero también en las experiencias enriquecedoras que comprende conocer nuevas culturas, costumbres, lugares, tradiciones y para lo cual no necesariamente se necesita de mucho dinero, ya que en ocasiones las cosas de menor presupuesto pueden ser las que brindan mejores experiencias y permiten conocer lo más significativo de un lugar.
Mi vida en un Kibutz
Quisiera ahora introducir al tema parte de mi experiencia personal como voluntario de un kibutz en Israel, por lo que defino un poco el concepto de estos lugares como el de asentamientos rurales autosostenibles, conformados principalmente por judíos de diferentes edades y procedencias, los cuales, interactúan en igualdad de condiciones dentro de una comunidad socialista y comunista. Al interior de un kibutz, nadie está por debajo o encima de otro, las personas (miembros) que viven permanentemente en estos espacios, comen en el mismo lugar, consumen los mismos alimentos que todos, manejan los mismos carros y reciben el mismo sueldo, sea el gerente de la fábrica o la persona que trabaja en la lavandería.
Cuando tomé la decisión de darle un vuelco a mi vida y convertirme en voluntario, dispuse mi mente al cambio, a recibir como aprendizaje todo lo nuevo que se me presentase en el camino, claro que una cosa es pensarlo y otra vivirlo. Con esto quiero decir que no fue fácil al principio, pero con el tiempo lo fui consiguiendo.
A mi llegada, lidiar con las siete horas de diferencia que hay entre Colombia e Israel, así como estar solo en un país completamente desconocido para mí fue lo de menos, ya que debía asumir el hecho de compartir indeterminadamente habitación con un extraño, el baño y las duchas con varias personas, dormir en un pequeño catre de 50 cm de ancho y trabajar en cualquier cosa que necesitara el lugar, fuese limpieza, lavandería, cocina, despensa, cafetería, entre otras cosas diferentes a mi profesión. En retribución a esa labor, recibiría a cambio hospedaje, alimentación y desde luego, experiencias enriquecedoras.
Fue cuestión de tiempo acostumbrarme a un nuevo estilo de vida fuera de mi zona de confort, conseguir restarle importancia al dinero, desprenderme de lo material y deshacerme de las necesidades creadas; aprender a vivir con lo que realmente necesitaba y no con lo que deseaba. Cuestión de tiempo y puesta en marcha para comprobar que con un dedo podía conseguir ser transportado gratis de una ciudad a otra, dejar de oponerme a la idea de vestir ropa usada por desconocidos e incluir en mi armario varios artículos donados por anteriores voluntarios y miembros de la comunidad, mejor dicho, a ponerme literalmente en la ropa de otros.
¿Por qué sentirse mal si se encuentra con alguien que tiene su mismo vestido?
El hecho de que sea nuevo ya debería ser ganancia. Imagínese mas bien toparse con el anterior dueño de la prenda que lleva puesta, esta última me pasó y fue una experiencia divertida.
Siendo esta una reflexión basada en mis experiencias personales y deseándole apreciado lector que siempre tenga lo realmente necesario para llevar una vida digna y plena, concluyo preguntándole ¿Qué considera usted es lo que realmente necesita?
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